jueves, agosto 17, 2006

Navegantes



Detuvo su vehículo en la zona de estacionamiento junto al cabo de San Vicente. Apagó las luces y, tras cerrar suavemente la puerta, se sentó en una de las rocas del escarpado acantilado.

En pocos segundos, gracias al murmullo de las olas, el intenso olor del inmenso océano y el brillo rutilante de las estrellas, João se encontraba a muchas millas de distancia de su anodina existencia. Por unos instantes, podía olvidar su ridículo apartamento y su trabajo en un patético bar para turistas y sentir como si sus repetidos fracasos sociales y sentimentales jamás hubiesen ocurrido.

Contemplaba las frías aguas del Atlántico Norte y el hemisferio boreal de la bóveda celeste, pensando que aquellas mismas constelaciones habían servido de guía a los audaces navegantes portugueses para surcar aquellas mismas aguas, desafiando los mitos del fin del mundo y descubriendo nuevas tierras; construyendo la gloria de un fugaz imperio del que ya sólo quedaban ruinas y recuerdos...

- From Sagres to Tidore Island


No estuve mucho tiempo en Faro, pero allí descubrí lo que de alguna manera esperaba encontrar en el sur de Portugal.
Entre ciudades turísticas con un marcado contraste entre la zona para veraneantes y el "pueblo viejo", la capital del Algarve posee un casco histórico amurallado que conserva parte de ese aspecto decadente y señorial de los restos de un imperio.
Puertas en sus muros, casas solariegas y otras más pequeñas en callejuelas, una llamativa (aunque pequeña) catedral románico-gótica y un museo arqueológico en el lugar de un antiguo convento componen la "Cidade Velha".
En Faro, el ferrocarril discurre junto a una linea costera sin playa. Más allá, las marismas del parque natural Ría Formosa constituyen un laberíntico paisaje escondido al simple oteador, pero que, como en otras ocasiones, merece la pena observar en Google Earth.

Hacia el Oeste aún quedan algunas poblaciones. Portimão, con una orientación urbana eminentemente turística; Lagos, empinada y alegre y Sagres, fundada por el Infante Enrique, que una vez fue el más avanzado centro de tecnología naval de occidente. Junto a esta última se encuentra el cabo de San Vicente: una fortaleza y un faro construido en un convento franciscano del siglo XVI son lugares de interés en el punto situado más al suroeste del continente Europeo.

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